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¿Tenemos varios cerebros?

En el lenguaje común encontramos expresiones como “sigue tu corazón”, “me salió de las entrañas”, “porque me da la gana”, “movido por el sentimiento”, en ellas encontramos un conocimiento antiguo “no-científico” que viaja a través de generaciones, animando a las personas a tomar decisiones desde otros lugares, además del raciocinio.







El centro más conocido y validado es el mental. Biológicamente dentro del cerebro se sitúa en el neocortex. El cerebro ha jugado un papel muy importante en el desarrollo de la humanidad y en nuestros días está muy bien valorada; tenemos plena confianza en que, gracias al buen desarrollo y correcto funcionamiento de nuestras facultades mentales: “tendremos una buena vida”, y un porcentaje muy elevado de nuestras decisiones son tomadas desde aquí.

Desde este centro: pensamos, nos justificamos, ensoñamos, fantaseamos, nos preguntamos, dudamos, reflexionamos, aprendemos…. El más conocido y valorado.

Existe el riesgo de olvidarnos de un cuerpo que “enlata” este prodigioso monumento, lo transporta y protege. En este cuerpo existen otros órganos que tienen facultades capaces de conducirnos en nuestras vidas, desde hace miles de siglos. Veamos:


El segundo centro que nos rige es el emocional. Biológicamente es el cerebro límbico, pero afecta a todo el cuerpo. Para explicarlo comúnmente utilizaré una metáfora muy conocida: un hombre en medio de una selva, y un animal salvaje que se acerca. Tomemos esta imagen que puede ser icono de la supervivencia de la humanidad en un medio hostil desde tiempos inmemorables. En dicha situación, para garantizar la supervivencia: el cuerpo comienza un complejo (e inconsciente para la parte mental) proceso de emisión de hormonas, sudoración, el corazón se acelera expulsando la sangre que tensionará los músculos, etc…para salir corriendo procurando salvar la vida. Ésta es la descripción biológica-fenomenológica de la emoción del miedo. Podemos seguir con todas: cada emoción es un conjunto de reacciones fisiológicas que proporcionan una orientación organísmica para la consecución de un objetivo (en este caso salvar la vida). Estaremos de acuerdo, bajo este prisma, en que sí: las emociones nos orientan a tomar decisiones. Lo que ocurre en las sociedades occidentales, dentro de las cuales nos encontramos, es que cuando esto ocurre: inmediatamente el centro mental que necesita tener el control, viene a justificar lo que ha hecho el centro emocional, como “firmando” para que quede constancia de que sin el raciocinio, no hay rumbo. Las emociones nos sirven y ayudan a conectar con qué nos está ocurriendo a nosotros mismos dentro de nuestras circunstancias (si nuestro ambiente nos es placentero u hostil, si la presencia de determinadas personas nos angustia, nos da confianza, o miedo…etc.). Desde este centro nos emocionamos, queremos, odiamos, nos alegramos, sentimos la pérdida, nos acercamos al otro, nos alejamos del otro… DESDE AQUÍ SENTIMOS, con todas sus connotaciones.


El último centro es aún más desconocido, incluso censurado, para nuestra sociedad. Se trata del instinto, nuestro cerebro reptiliano. Ampliamente reconocido en los animales, a los cuales otorgamos el derecho y la necesidad de moverse en el planeta según las leyes de la naturaleza: guiarse por las estrellas, sentir el rumbo del viento, percibir su reloj biológico…así los animales “toman sus decisiones”, se adelantan a los acontecimientos), sí: nosotros también tenemos de eso, aunque creamos que lo hemos olvidado. El instinto hace referencia a aquello que nos conecta a la naturaleza de la cual venimos, hace millones de años. Se trata de lo visceral: aquello para lo que no podemos dar explicaciones, es un IMPULSO que nos hace sólo pasar a la acción. Desde este centro tenemos ganas, arrancamos, golpeamos, vivimos, tenemos sexo, nos arriesgamos, es una inclinación, un impulso muy fuerte, que nos da fuerza y determinación para actuar…




¿Cómo están tus tres centros- cerebros? Te propongo un ejercicio para animarte a explorarlos. Se trata de una visualización sencilla.


Cierra los ojos. Ponte cómod@, espalda recta, hombros sueltos, palmas de las manos sobre las rodillas. Conecta con tu respiración, solamente tu respiración un buen rato. Si vienen pensamientos: bien, sólo déjalos ir, que pasen de largo. Y vengan otros, y el vacío, y otros... y así déjalo ir y sólo concéntrate en tu respiración.

Imagina que tienes un ascensor en tu columna vertebral. Baja desde tu cabeza a tu coxis, y tiene tres paradas. Imagina que pudieras poner toda tu atención dentro de ese ascensor. Entra. Si en algún momento de la visualización te vas a otra cosa, no te preocupes, eres libre de llamar al ascensor, entrar y volver a bajar.

Has entrado en el ascensor, la primera parada es tu mente. Imagina que pudieras entrar en tu cabeza, observar tu cerebro, como si fuera un espacio. ¿Qué ves? ¿Cómo es? ¿Ves colores, iluminación? ¿Se te presentan cosas, personas, imágenes, palabras? ¿Cómo son tus pensamientos? ¿Se repiten? ¿Cómo son tus recuerdos, si los tienes? ¿Qué clima tiene tu cabeza? ¿Cómo de importante es para ti este piso de las 3 plantas que vas a visitar?

Cuando puedas, a tu ritmo, vuelve al ascensor, entra, y baja al siguiente piso: el plexo solar, el corazón. ¿Cómo está tu corazón? ¿Cómo es el lugar que ocupa? ¿Cómo late? ¿Ves colores, personas, cosas, iluminación? ¿Qué le afecta a tu corazón? ¿Qué quiere?

¿Cómo de importante es para ti este piso de los tres niveles?

Cuando puedas, a tu ritmo, toma el ascensor y baja otro nivel. Bajas al instinto. ¿Qué ves? ¿Qué habita en el piso más bajo de tu edificio? ¿Ves colores, formas, personas o cosas? ¿Qué se quiere hacer en este piso del edificio?

Cuando puedas, poco a poco, vuelve a este espacio en el que te encuentras: abre os ojos lentamente, mirando primero al suelo.

Coge un papel y colores, doblas el papel en 3 fragmentos. Colorea, o escribe, o dibuja, lo que se te ha aparecido en cada franja, en cada piso. El primer piso es tu estado mental, el del medio tu estado emocional y la parte de abajo tu estado instintivo.


Y observa lo que te ha aparecido: ¿te dice algo de tí, de cómo estás, de tu vida?...


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“Yo hago mis cosas y tú haces las tuyas.                                           En muchas de las cosas que hago, tú tienes mucho que ver,       

y en muchas de tus cosas yo he contribuido.                                    Yo puedo ser yo contigo mientras tú puedas ser tú conmigo.     

Yo seré yo mientras tú seas tú;                                                            y aunque por casualidad nos hayamos encontrado,      

continuemos juntos o separados,                                                       nuestra vida nunca volverá a ser la misma ya que    

nuestro encuentro nos habrá enriquecido”    

                                                                                                                                                                       (Fritz Perls)

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